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“el video de la seguridad, de estar pendiente y pensar, ¿será que alguien me sigue?”

Temblores ONG

Testimonio colectivo




El 28 de abril de 2021 salimos a las calles sin imaginar que, durante los siguientes casi 3 meses, estaríamos documentando, registrando y atendiendo casos de violencia policial sin descanso. Ese día tampoco alcanzamos a dimensionar la importancia que tuvo aquel estallido social para articular y posicionar en el debate público el clamor popular por una #ReformaPolicialYa, que buscara poner fin a esas prácticas violentas de carácter estructural y sistemático. Por eso, hoy recordamos, pendulando entre la opacidad y lo vívido de las memorias, lo que fueron esos días para nuestra Organización y para nosotres como personas, esos días que dejaron huella en nuestro quehacer y en nuestras cotidianidades.


Del 28 de abril al 20 de julio, experimentamos múltiples emociones entrelazadas, que iban desde el miedo, la angustia, el estrés y la frustración por la impotencia, hasta la alegría, la gratitud y el entusiasmo de ver la fuerza del movimiento social.


“La jornada era pesada por la situación, tanto en trabajo como emocionalmente difícil.” Entonces, “en un momento sí me excedió demasiado, porque era una jornada de todo el día, yo estaba muy asustada emocionalmente y tenía mucha impotencia de no poder salir a la calle.” Pero,“me emocionó mucho que, a pesar de todo lo que había pasado y de haber visto esa letalidad a la que podía llegar el Estado colombiano, la gente igual salía a la calle sin miedo.”


También, nuestra labor implicó cambiar nuestras rutinas y cotidianidades, los espacios que habitábamos y las personas con las que compartíamos. Esos cambios repercutieron también en nuestras vidas familiares y en nuestros círculos cercanos de cuidado. Por ejemplo:


“Yo también me fui de la casa, a una al lado de una estación de policía. En la zona aledaña, se preparaban las motos para salir y esto era una cosa tremenda, porque pasaba mientras estábamos viendo videos de violencia policial. Entonces, esto fue un daño muy fuerte para la salud mental, al tener las armas ahí tan cerca.” Y, además, “me levantaba muy temprano. Mi mamá trabajaba desde la casa en esa época. Para ella era muy difícil verme ahí registrando. Ella se quebraba en medio de su trabajo”. Por otro lado, “era una cosa muy difícil tener reuniones de este tema delante de una niña de 5 años, porque los temas que se discutían eran densos, cuando hablábamos de desapariciones, cuando hablábamos de disparos, era muy duro”.


El peso del trabajo y los cambios de esos días dejaron secuelas y angustias en nuestras vidas, como: “el video de la seguridad, de estar pendiente y pensar, ¿será que alguien me sigue?”. Pero, también sembraron semillas que echaron raíces, consolidando y fortaleciendo entramados de relaciones de afecto, amistad y cuidado.


“Era una bola de angustia pensar que tocaba estar registrando todo el tiempo. Sin embargo, los lazos entre nosotres se terminaron de estrechar, porque pasamos muchas horas haciendo exactamente lo mismo, preocupades por el país”.


Nuestros días iniciaban muy temprano y se alargaban hasta altas horas de la noche. Nos despertábamos a registrar y atender casos de violencia policial y nos acostábamos viendo transmisiones en vivo de las personas que se encontraban manifestándose, mientras escuchábamos el ruido de los helicópteros de la policía y las sirenas sonando cerca de nuestras viviendas.


“Había días de demasiada frustración y creo que, una cosa que compartimos, es que tuvimos muy pocas horas de sueño y eso ya también nos estaba enloqueciendo un poco. Mi recuerdo es estar sentado registrando y levantarme como para lo estrictamente necesario”.


Se trató de un trabajo de tiempo completo en medio de, por un lado, la responsabilidad de documentar las múltiples denuncias que nos llegaban a diario y contabilizarlas para contribuir a visibilizar lo que estaba sucediendo, y por otro lado, la impotencia de no estarnos movilizándonos tanto como hubiésemos querido.


“Tengo ese recuerdo de que todos esos dos meses y medio fueron temblando y sudando y además con mucho dolor de dedos. Recuerdo que en un momento dije: no puedo hacer más comunicados. Me la pasaba chillando mientras registraba”.


Algunes de nosotres llevábamos poco tiempo en la organización y no nos conocíamos en persona. Convivíamos todo el tiempo sin habernos visto y, aún así, intentamos respaldarnos unes a otres. Aunque algunas personas, incluyendo familiares, cuestionaban nuestro trabajo, también reconocemos la importancia del apoyo recibido durante esos meses.


“Hubiera sido muy difícil sin los cuidados de otra gente. Siento que la defensa de los derechos humanos no se sostiene sin una red de cuidado”.

Ahora bien, los momentos de crisis tampoco faltaron. Recordamos con mucha frustración el haber tenido que pedirle varias noches a la ciudadanía que dejara de estar en las calles ejerciendo su derecho a la protesta, al no haber garantías para la vida por parte del Estado. Recordamos haber sentido cosas que no habíamos sentido antes y recordamos haber recibido el peso de la estigmatización estatal y de otros sectores sociales hegemónicos. No obstante, durante esas crisis, también recibimos ánimos, apoyos y energías de muchas personas desconocidas que veían en nuestra labor de esos días una importancia dentro del contexto que atravesó el país por esos meses.


No es fácil recordar lo sucedido hace dos años. Coincidimos en que algunos recuerdos de esos días son borrosos y que el tiempo se siente diferente. Algunes de nosotres tuvimos que distanciarnos emocionalmente para seguir haciendo nuestro trabajo. Hablar de las memorias del Paro Nacional implica reconocer que la violencia estatal nos ha impactado incluso en nuestra capacidad de recordar y que las memorias que aquí plasmamos son memorias adoloridas, que llevamos de distintas formas en nuestros cuerpos y que nos han llevado a refugiarnos en el trabajo colectivo y en la exigencia por una #ReformaPolicial.




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